El Mundo de la Aventura: St. Brides: Escuela de aventureras
Artículo escrito por Andrés Samudio para la sección El Mundo de la Aventura sobre la compañía de aventuras británica St. Bride's School. Publicado en el número 170 de la revista Microhobby en junio de 1988.
St. Bride's: Escuela de aventureras
Por Andrés. R. Samudio
Entre los grupos punteros en el mundo de las aventuras, el nombre de St. Bride's destaca tanto por la calidad y humor de sus producciones como por el peculiar estilo de vida que llevan sus creadoras.
En la punta norte de la misteriosa Irlanda, está el recóndito condado de Donegan y en él, cara al Atlántico, y al final de una tortuosa carretera montañosa, se encuentra la perdida villa pescadora de Burton port
En Burton Port hay un curioso edificio. Sirvió de refugio clandestino a los hombres del IRA en los años 30; fue ocupado más recientemente por la extraña secta de Los aulladores, gente que creía que la forma de descargar las tensiones emocionales era reunirse en grupo, inspirar profundamente, y soltar las penas en un tremendo aullido comunitario (fueron expulsados por los airados pescadores). Hoy es la sede de una peculiar institución: St. Brides.
¿Qué es St. Bride's?
Es una escuela algo especial para señoritas de 13 a 18 años, donde se hace hincapié en la educación al aire libre y los benéficos efectos del cercano mar; y donde se enseña, junto con matemáticas, latín, gramática y literatura, asignaturas tan curiosas como botánica, caligrafía y sobre todo la experiencia de aprender a vivir, de encontrarse a uno mismo y dedicarse al estudio del comportamiento humano.

Además se ofrece a las mayores de 20 años la oportunidad de revivir las fantasías de la adolescencia y vestirse de nuevo como colegialas de los años 20, con velos, gasas, tules y gorritos antiguos. Todo ello en un ambiente muy parecido a la época de la férrea posguerra, sin luz eléctrica y con veladas dedicadas a escuchar música antigua en un vetusto gramófono que funciona a base de manivela.
Las alumnas van allí por periodos de una semana o más, y deben llevar un antiguo uniforme, dormir en un dormitorio comunitario, obedecer estrictamente las rígidas reglas y sumergirse en el pasado durante las 24 horas del día.
Acuden mujeres de toda Europa, sobre todo inglesas, suecas y americanas, atraídas por los selectos anuncios en varias revistas (Observer, Sunday Times, Girl About Town) y en varios programas de teatro, para sumergirse en este onírico juego por un precio de 120 libras a la semana (unas 24.000 pesetas).
Por cada temporada se aceptan unas 80 alumnas que se dividen en grupos de ocho. Pronto la que demuestre una mayor iniciativa es elegida perfecta del lugar; aunque la mayoría prefiere declinar tal honor para evitar toda responsabilidad que pueda recordarles la vida adulta.
Casi todas tienen estudios universitarios, hay enfermeras, maestras, ejecutivas, etc., con inquietudes psicológicas por comprobar el efecto que semejante ambiente obra en sus personalidades.
A muchas les cuesta adaptarse y se retiran, pero las que se quedan parecen disfrutar enormemente con la fuerte atmósfera decadente, con el usar moneda antigua para comprar el té y con vivir el show las 24 horas del día.
El centro está dirigido por Marianne Scarlett y Priscilla Langbridge, ambas vestidas bastante estrambóticamente y con unos exquisitos modales que parecen pertenecer al siglo XVIII.
Marianne, la directora del centro, es profesora especializada en humanidades y para ella no es ningún juego: lleva el lugar con una rígida disciplina y lo considera como un «fascinante experimento en conducta humana». Y al parecer hace un frecuente uso de una vara de disciplina que lleva permanentemente.
Priscilla es escritora y llegó al centro como alumna, para quedar pronto prendida de por vida en su peculiar ambiente.
¿Y qué tiene que ver todo esto con nosotros?
Sólo que hoy día St. Bride's es una de las más famosas casas de producción de aventuras. Su nombre ha llegado a ser garantía de buen hacer y de un trabajo lleno de un especial humor que actualmente ha adquirido aún más notoriedad, pues su última producción Jack the Ripper (Jack el destripador), ha recibido de la censura británica el dudoso honor de ser el primer juego solo para mayores de 18 años.
Veamos cómo ello fue.
Todo comenzó cuando Priscilla llegó como alumna al centro. Entre su equipaje trajo un Commodore 64 de segunda mano y se las ingenió para hacerlo trabajar con baterías de coche, ya que en St, Bride's rara vez se utiliza la luz eléctrica.
Marianne contempló la intrusión del mundo moderno en su refugio con inicial estupor, pero poco a poco fue convencida para jugar algunos arcades y le fue cogiendo el gusto, especialmente cuando descubrió que tenía una habilidad instintiva para despanzurrar todo tipo de blancos movibles.
«No tenía ninguna experiencia en ordenadores», —comenta Marianne— «mi interés se había dirigido siempre más al pasado que al futuro». Pero reconoce que, al revés que la televisión que ella considera «pudridora de mentes», las computadoras «exigen un 100 por 100 de concentración e interacción».
Actualmente comenta que «son maravillosas, algo mágico» y se confiesa una apasionada de los mata-marcianos y los simuladores de carreras de coches.
Así, en el 84, un pedacito de St. Bride's volvió al presente, aunque aún continúan haciendo la mayor parte de su programación a la luz de las velas.
Las primeras aventuras

Priscilla se compró entonces el famoso Quill, y recordando sus tiempos de escritora se dedicó a hacer una aventura.
Se llamó The Secret of St. Bride's, y es una autobiografía donde una niña llamada Trixie Trinian (la imaginaria heroína de muchas de sus aventuras) llega a la escuela de vacaciones y se encuentra una extraña comunidad de gente viviendo en el pasado. La trama se desenvuelve en los corredores oscuros, en los anacrónicos dormitorios y luego el desenlace en los acantilados. La autora crea un aire de misterio basado en algunos sucesos reales pero intrigantes. Fue publicada en 1985, la vendieron ellas mismas por correo y tuvo un éxito relativo; pero se espera una nueva versión más completa para un futuro próximo.
Aunque se comenzó en un C64, pronto Priscilla conoció el terrible encanto de nuestro querido Spectrum y la terminó en un 48 K.
Su segundo título, The Snow Queen ,comercializado por la casa Mosaic en 1985, es una versión computerizada de un oscuro cuento de hadas de Hans Christian Andersen en el que una chica trata de salvar a su hermano, cuya visión de la vida ha sido corrompida al mirarse en el fragmento de un espejo fabricado por el diablo. No fue un éxito de ventas, pero atrajo a muchas chicas hacia el juego de aventuras.
Llegó luego el triunfo con The Very Big Cave Adventure, una divertidísima parodia de la Aventura Original; en ella se nota el genio de las creadoras y su peculiar estilo de humor. Recogen el espíritu de la original y lo retuercen de todas las maneras posibles, creando un histérico ambiente en el cual no se sabe si las cosas van a funcionar de la manera en que lo hacían en la aventura anterior o van a terminar de otra forma. Muy recomendable. Publicada por CRL en 1986.
También del mismo año es Bugsy, de un enfoque muy diferente. Aquí tú eres un gánster, pero con la peculiaridad de que sólo mides unos 90 centímetros y… ¡eres un conejito! Pero no debes dejar que estos detalles te distraigan de tu intención de llegar a ser el mafioso más poderoso desde Al Capone.
Jack the Ripper, el primer gran éxito
Y de repente, desde ese ambiente cargado de princesas, cavernas mágicas y conejitos sale la tristemente célebre figura de Jack el destripador Es la última y más polémica creación del equipo, y está distribuida por CRL.
Es difícil imaginarse nada más diferente al dulce tema de Snow Queen que el ambiente en que se desarrolla la tragedia Victoriana de Jack. Se ha tratado de ser lo más realista posible, hasta el punto en que se describe con todo detalle, tanto gráfico como textual, el modo como se despanzurraba a las pobres mujeres.
Los gráficos son más violentos que cualquier cosa que se haya visto anteriormente en una pantalla de ordenador.
No sabemos si se debe a su peculiar sentido de humor la afirmación de Priscilla de «estaba tan disgustada por algunas de las escenas que tuve que parar de programar por un tiempo» y de Marianne de «la programamos con los ojos abiertos pero cuando la jugamos lo hacemos con los ojos cerrados».

En todo caso en 1988 se cumple el centenario de aquellos terribles crímenes, y resuelven su deseo de que no se ha especulado tanto.
Muchos, intentando encontrar una explicación a lo inexplicable, los han atribuido a la magia negra. Otras veces se ha culpado a la francmasonería o a sectas religiosas. La alta política tampoco ha quedado libre de sospechas y el tema ha llegado a rozar incluso a la Casa Real Inglesa. Por supuesto, la opinión general es que se trataba de algún pobre, pero listísimo demente.
En el juego, eres acusado injustamente de ser el destripador y debes probar tu inocencia enfrentándote a las fuerzas del mal, a la policía corrupta y a la magia negra.
Se esperaba que recibiera el Certificado de mayores de 21, pero se ha quedado en mayores de 18 y obligado a llevar en la contraportada el anuncio de: Si usted no está preparado para soportar una experiencia que puede ser en ciertos momentos decididamente desagradable, no compre este paquete de software.
Actualmente las Game Mistresses, como les gusta ser llamadas, se encuentran en su refugio irlandés planeando su futuro golpe. Todo permanece en el más absoluto secreto, incluso de las otras programadoras se sabe muy poco.
Conocemos muy de pasada a Jenny Faulkner, conocida también como Languid but Deadly (lánguida pero mortal), o sea que la chica se las trae, y tenemos noticias de una tal Miss Martindale, pero la mayoría prefiere permanecer en el misterio.
En fin, el enigma persiste, pero es uno de los ingredientes de su éxito y presenta un interesante contraste con la mayoría de la gente dedicada a los ordenadores, a la que se ve que un ejemplo de cómo se pueden hacer aventuras desde cualquier sitio.
Como dicen Priscilla y Marianne: «Sólo hacemos las cosas que nos divierten, y si paran de ser divertidas, paramos de hacerlas.»