Muha Dicramba es un novicio de apenas siete años que se escapa del templo de la oscuridad para jugar con sus compañeros. Intentando parar una pelota, golpea esta con tanta fuerza que la envía lejos, con tan mala fortuna que cae sobre la tapa de un viejo pozo. Muha, se arriesga a subir a la tapa para coger la pelota, y estas ceden, haciendo que el pequeño novicio caiga al fondo de un pozo seco, golpeándose fuertemente la cabeza.
Cuando despierta descubre que es de noche y no ve forma de salir del pozo, lo único que se le ocurre es rezar a Gess Sorthtruul, diosa de la oscuridad, ante su asombro, la diosa se manifiesta como una voz en su cabeza, que le dice que le va a ayudar, porque por algún motivo le cae bien, a pesar de manifestar un evidente desprecio por la humanidad en general y en particular por los sacerdotes. Una vez que la voz desaparece, los sacerdotes del templo aparecen a rescatar a Muha, quizá avisados por la diosa.
Muha despierta, aquello sucedió hace muchos años, y el niño es ahora un sacerdote, no demasiado bien valorado por sus compañeros, pues creen que el que la diosa de la oscuridad le hable, no son más que delirios ocasionados por el golpe en la cabeza, además que, desde la experiencia del pozo, es incapaz de recordar los rezos propios del culto, así que debe llevar siempre consigo las tablillas de cera donde están escritos.
Ragrún, un novicio, ha sido quien le ha sacado de la pesadilla recurrente del pozo, para decirle que el Rector del templo quiere verle. Muha va a su despecho y este le ordena ir a investigar una extraña muerte, Thalza Madi, un rico comerciante con no demasiada buena reputación, ha sido encontrado muerto en su cama, y su secretario ha pedido que un sacerdote de Gess certifique el hecho, y dado que quien se ocupaba normalmente de esas cosas, parece haber muerto de forma fortuita recientemente, Muha es el nuevo encargado de esa tarea.
Cuando Muha llega a la villa conoce a Grimku Meena, el secretario del comerciante, un individuo altivo que le lleva hasta la habitación dónde está el cadáver, allí el sacerdote comprueba que el comerciante murió apuñalado en la cama, donde encuentra una extraña daga negra, todo ello a pesar de dormir con la ventana tapiada y un esclavo de confianza en la puerta. Después, Muha, tiene la oportunidad de interrogar a los esclavos domésticos, un hijo y su madre, la cocinera, que en secreto le entrega una llave.
De vuelta al templo, el archivero le recomienda llevar la daga a un herrero especializado y le cuenta que parece un arma varori, unas sombras al servicio de Gess capaces de asesinar por encargo. Además, en el altar, le está esperando Ihata, un peligroso contrabandista y devoto de la diosa, que le cuenta como el comerciante muerto le había traicionado, pero que aun así él no le mató, pues le debía mucho dinero, y promete donar una gran cantidad al templo, si encuentra al asesino de Thalza.
Muha visita al herrero que le confirma que la daga oscura encontrada no es un arma varori, sino una falsificación. Sospechando que hay algún tipo de engaño en el crimen, Muha vuelve a la villa, y consigue colarse dentro gracias a la intervención de su diosa, allí descubre, antes de que el secretario le expulse, cómo el cadáver ya no está aquí, y cómo la llave abre el arcón que contiene un par de ánforas con dos extraños líquidos, que entrega al boticario para que le diga algo sobre lo que son, antes de irse a descansar un poco a su celda.
Muha de nuevo sueña con el pozo, y cómo la tablilla donde tenía escrito sus rezos, quedó abandonada en el fondo. De nuevo, el novicio le despierta para decirle que una mujer le espera en la necrópolis esa misma noche, antes de ir, visita al boticario que le revela como dentro de las ánforas había un fuerte somnífero que podría hacer pasar a cualquiera por muerto, y sangre, quizá usada para simular la muerte de Thalza.
Ya en la necrópolis, Muha descubre que la mujer que le esperaba era la esclava de Thalza, que le cuenta como el secretario a toda costa quiere hacer pasar por culpable a su hijo, el esclavo que dormía tumbado en la puerta. Antes de irse, le entrega una extraña ficha que cree que es importante, y marcha, pero es asesinada antes de poder volver a casa. Con esta ficha y las indicaciones de la esclava, Muha accede a una casa de juego clandestina, donde se apuesta en peleas ilegales, allí Fronsig Alta, amo de los bajos fondos, le dice que le contará lo que sabe de Thalza si consigue ganar una apuesta en los combates, sin embargo, Muha no tiene suficiente dinero.
Siguiendo con la investigación, Muha entra en el templo del dios de la muerte, dónde sabe que está el sarcófago de Thalza Madi, Con la ayuda de la diosa y el ánfora con narcótico, consigue dormir a los sacerdotes que custodian la puerta y entrar para descubrir que Thalza Madi está muerto de verdad y en un doble fondo del sarcófago se guardan cantidades ingentes de dinero.
Con la bolsa llena, vuelve para apostar por un luchador que consigue ganar al gigantesco luchador de Fronsig Alta, gracias a que la diosa le deja ciego por unos segundos. Fronsig de mala gana le cuenta cómo Thalza Madi era adicto a las apuestas y tras perder mucho dinero, tuvo que compensar a Fronsig con una información sobre unas mercancías de contrabando que Ihata quería meter en la ciudad, motivo por el cual, este le habría amenazado de muerte. Con toda esta información, parece claro que Thalza fue muerto por dinero, y que iba a usarse su sarcófago para sacar el dinero de la ciudad sin que Ihata se enterase, aunque sigue sin saber cómo alguien consiguió dormir y matar al comerciante.
Pero al salir, los sacerdotes del dios de la muerte le están esperando para vengarse por haber envenenado a sus hermanos, y golpean a Muha sin compasión hasta dejarlo medio muerto, aunque antes de irse, uno parece lanzarle una maldición que le permite tener una visión.
Muha ha vuelto al pozo como espectador, y allí se encuentra reviviendo la escena del pozo, y descubre que la pelota no cayó en la tapa, sino que Gess la colocó allí para hacerle caer. De vuelta a la realidad, malherido y cansado de las continuas bromas y manipulaciones de la diosa, le recrimina el que le hiciese caer al pozo de niño, lo que provoca una discusión que hace que Gess decida abandonarlo a su suerte.
Agotado y herido, Muha vuelve al templo, pero allí está el secretario esperándolo, ha entrado por la fuerza dispuesto a acabar con el último cabo suelto, pero antes le cuenta la verdad sobre la muerte de Thalza Madi.
Cuando el comerciante traicionó a Ihata, supo que había firmado su condena de muerte, así que el secretario ideó un plan, fingir su muerte y escapar por el mar, inconsciente dentro del sarcófago. Para ello, Thalza debería encerrarse en la habitación y una vez solo, se bebería el somnífero, se echaría la sangre por encima y dejaría la daga a la vista, sabiendo que el esclavo guardián no era muy listo y que cuando le encontrase por la mañana saldría corriendo a buscar ayuda, al secretario en este caso, que aprovecharía para, entonces sí, apuñalar de verdad al inconsciente Thalza, y luego aprovechar su féretro para esconder una gran cantidad de dinero que había ido robando al comerciante y que debía ocultar a Ihata. Pero el plan se torció cuando el sacerdote Glabe, con el que había pactado lo que tenía que decir, murió repentinamente el día anterior, y fue Muha quien acudió a certificar la muerte.
El secretario, muy superior físicamente al sacerdote, comienza a estrangularlo hasta que este parece haber muerto.
Muha aparece de nuevo en la explanada, pero esta vez no es un sueño ni una visión, sino que parece estar en otro mundo. A pesar de ello, los hechos se repiten y la pelota vuelve a caer cerca del pozo esperando que el Muha niño venga a buscarla. El sacerdote coloca la pelota en la tapa del pozo y hace que su yo de siete años caiga de nuevo al intentar recuperar la pelota, eso desvela que sorprendentemente una escalera baja hasta el fondo del pozo, y allí Muha encuentra la tabla de salvación que perdió en el momento del accidente. Gess se la arrebata de las manos y le da a elegir, rezarla y suplicar su ayuda, o romper la tabla y seguir muerto. Pero, aunque Muha se niegue a ceder al chantaje de la diosa, esta, en su orgullo no permite que un humano condicione su decisión e igualmente le revive y le envía de vuelto al momento del estrangulamiento, pero ahora el sacerdote tiene de nuevo la daga en sus manos, y puede defenderse con ella, y aunque solo consigue golpear al secretario con ella, una misteriosa sombra parece empujar al asesino contra el altar, provocando que la estatua de piedra de Gess de varias toneladas le caiga encima aplastándole.
Un largo tiempo después, Muha, ya mejor considerado en la Orden, recibe por sorpresa la visita de un extranjero, viene a pedirle ayuda en nombre de la Señora de la Luz, una diosa, hermana de Gess y por la que esta siente un odio manifiesto. Muha y Gess se embarcan entonces en una nueva aventura.
Continuará....